30 octubre, 2016

¡Una de miedo y ficción doble, por favor! {3}


NOCHE DE TORMENTA.


Fueron tan sólo uno o dos segundos en los que fui completamente consciente de ello.
Pero aún lo recuerdo a la perfección.
Eran días de tormenta.
Esas tormentas que hacen golpear las ramas de los árboles contra tu ventana.
Normalmente no tengo miedo pero ahora estoy aterrorizada.
En mitad de la noche me despertó aquel extraño ruido.
Parecían cortas y ágiles pisadas en el piso superior.
“No es nada”, pensé mientras me sentaba en la cama.
“Quizá es un estúpido ratón”, me dije intentando convencerme.
Pero yo odiaba los ratones, así que me dirigí a la puerta y salí al frío pasillo.
Subí las escaleras hasta el segundo y último piso donde se encontraba la habitación que usaba como trastero.
Hacía varios meses que no la limpiaba, así que era un lugar perfecto para los insectos y alimañas.
El silencio se adueñó de pronto de la casa, ya no se oían truenos ni las gotas de lluvia sonar contra el techo y las ventanas.
Entonces pude oír mejor.
Acerqué la oreja a la puerta y escuché.
Escuché lo que nunca tendría que haber escuchado.
Era como el sonido de un enorme bulldog chupando, comiendo y masticando, con sus babas cayéndole a los lados del hocico.
Pero eso no era posible. No tenía ningún perro en casa.
Un sentimiento de valentía me recorrió las venas en ese momento y abrí la puerta de par en par.
Mis piernas fallaron un par de segundos.
Y lo único que se me ocurrió fue volver a dejar la puerta cerrada y salir corriendo.
Todo había pasado muy rápido, pero una vez en la calle, el viento helado me dio un buen bofetón que me hizo despertar.
Entonces recordé lo que había visto.
Mientras corría por la acera, con la lluvia empapándome por completo el pijama. 
Recordé a la bestia negra y peluda que apareció ante mis ojos al abrir la puerta.
Y sus enormes ojos marrones se fijaron en mí y su mirada penetró en mi interior.
Recordé la sangre que le recorría la boca y a los ratones que yacían en el suelo sin cabeza.
Y cómo me di cuenta de que esos eran el entrante y yo el primer plato de su menú.
Recordé que tenía a esa cosa encerrada en mi casa.
Y recordé con exactitud el momento en el que grité. 



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