30 noviembre, 2014

Hablando de cosas sin sentido.

Se nos acabó la música,
cuando comenzamos a bailar juntos,
justo cuando nos habíamos aprendido los pasos.

Ahora hay otra orquesta tocando.
Un nuevo cantante
cansado de esperar a que los invitados estén todos presentes,
preparados para oír su repertorio.

Y las tostadas recién hechas,
untadas con mantequilla,
se olvidarán de la mermelada de la que nunca disfrutaron su sabor.

El tocadiscos de tu habitación sigue en marcha,
aunque los discos que solíamos oír,
ahora están esparcidos en trocitos por el suelo.

Y las maletas, tan llenas que casi no cierran,
repletas de tormentas y de días lluviosos,
esperan en mi puerta a que regreses a por ellas.

Llévatelas, el gris de su tela empiezan a aburrirme las mañanas,
empeñadas en recordarme cómo entre los dos se nos daba tan bien deshacer la cama.

Y el viento sigue soplando en la misma dirección,
pero esta vez los árboles han buscado otro camino
para no crecer tan torcidos como antes.

He aprendido a bailar sola.
No tan bien como me gustaría,
sigo siendo tan patosa como el primer día que me conociste.
Lamentablemente, tengo que reconocer que aún estoy en otro nivel.

Pero me encanta saber que de puntillas ya llego a tocar la lámpara del salón.
La que una vez compramos juntos no,
esa ya hace unos días que la quité. 

22 noviembre, 2014

Tres Seis Cinco.

365 hojas han caído desde que las nubes están presentes en mis días 
y también mis noches.

365 son mis canciones favoritas y todas ellas hablan desde el corazón. 

365 trenes he cogido buscándote en cada estación, 
persiguiendo la sombra de lo que creí que eras y de lo que siempre quise que fueses.

365 tonos de azul, mi color favorito, y aún no sé cuál de todos ellos me sienta mejor.

365 mariposas que han muerto de hambre en mi estómago, 
porque hace mucho que dejé de alimentarlas.

365 veces en las que el orgullo y el egoísmo ganaron a la razón y destruyeron el amor.



Si es que éste, en ti, alguna vez existió. 

03 noviembre, 2014

Sin saber por qué.

Nacimos, sin saber por qué, cerca del mar.
En un mundo lleno de tiburones,
dentro y fuera del agua.

Crecimos escondiéndonos detrás de las rocas
cada vez que nos veíamos y sentíamos cerca.

Vivimos rodeados de fuego.
Ardiente fuego siempre en continua exaltación.
Volviéndose más rudo
cada vez que nuestras vidas se cruzaban,
casi siempre poco más de unos cuantos míseros segundos.
Vivimos sin saber que las cenizas cuando chocan avivan la llama.

Morimos pronto.
En el olvido.
Uno frente al otro, pero sin un nosotros.
Sin saber que estuvimos conectados al nacer.
Desperdiciando un terrible error que nunca cometimos. 

01 noviembre, 2014

763 horas de vida.

Este ruido me está matando.
Es como en esas series americanas en las que el protagonista puede ver fantasmas y oye mil voces en su cabeza que le cuentan sus penas.
Pues yo oigo un millón más, pero éstas me hablan de la muerte.
Y no de muerte cualquiera, sino la explosión de sus almas.

Aunque lo peor viene en las noches,
cuando sólo queda tu voz y no consigo deshacerme de ella.
Me hablas de la vida con tu alegría y tu esperanza de felicidad permanente. Me explicas que vivir es un privilegio que solo se le concede a unos pocos.
Pero yo no lo veo así.
Y lo sabes.
Y te cabrea.
Y me encanta que te cabrees porque significa que te importo, aunque parezca egoísta, ya sabes que yo vine así de fábrica.

Aunque no tiene mucho que ver, 
yo soy así de incoherente, 
quiero que sepas que adoro mirar el cielo.
Me inspira y me tranquiliza.
Es hermoso, como tú.
Estar contigo es como sentirse volar, corretear por las nubes.



Así que, por favor, no calles.
No me dejes con aquello que más odio sin ti:
el silencio.