17 octubre, 2016

Muerte de los dos.


¿Por qué aún no has vuelto a mí? 

Te marchaste un día,
con la cabeza gacha
y las manos no tan vacías.
En ellas te llevabas mi corazón.
Mi mente quedó sola,
carente de sentimientos,
pero sin faltarle razón.
¿Qué iba a ser de mí?
Cuerpo sensato,
frío como la nieve.
Todas las flores que me rodeaban 
se marchitaban,
ya no desprendían ningún olor.
¿Crees que esa era la mejor opción?
Ladrón de órganos.
Ladrón del tiempo.
Ladrón de amor.

Prometiste volver algún día.
Y aquí sigo yo, 
esperando tu regreso,
viendo las horas pasar en el reloj.
¿Cómo es posible no sentir nada,
salvo dolor?

Y llegaron los días de invierno,
cuando regresaste a tu país.
Apareciste silenciosamente.
Copos de nieve sobre nuestras cabezas.
Con tu uniforme de guerra
y las heridas abiertas.
Me devolviste lo que es mío.
Y yo te entregué tu corazón.
Que guardado en mi pecho y alma estaba.
Pero no te importó.
Seguiste tu camino negro de desilusión,
al que no pertenecía yo.
Habías visto la crueldad,
habías visto la muerte,
habías visto el fin.

Y así lo recuerdo yo,
con toda nitidez.
El día que nos despedimos.
El día en que no volviste a mí.





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