30 noviembre, 2014

Hablando de cosas sin sentido.

Se nos acabó la música,
cuando comenzamos a bailar juntos,
justo cuando nos habíamos aprendido los pasos.

Ahora hay otra orquesta tocando.
Un nuevo cantante
cansado de esperar a que los invitados estén todos presentes,
preparados para oír su repertorio.

Y las tostadas recién hechas,
untadas con mantequilla,
se olvidarán de la mermelada de la que nunca disfrutaron su sabor.

El tocadiscos de tu habitación sigue en marcha,
aunque los discos que solíamos oír,
ahora están esparcidos en trocitos por el suelo.

Y las maletas, tan llenas que casi no cierran,
repletas de tormentas y de días lluviosos,
esperan en mi puerta a que regreses a por ellas.

Llévatelas, el gris de su tela empiezan a aburrirme las mañanas,
empeñadas en recordarme cómo entre los dos se nos daba tan bien deshacer la cama.

Y el viento sigue soplando en la misma dirección,
pero esta vez los árboles han buscado otro camino
para no crecer tan torcidos como antes.

He aprendido a bailar sola.
No tan bien como me gustaría,
sigo siendo tan patosa como el primer día que me conociste.
Lamentablemente, tengo que reconocer que aún estoy en otro nivel.

Pero me encanta saber que de puntillas ya llego a tocar la lámpara del salón.
La que una vez compramos juntos no,
esa ya hace unos días que la quité. 

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