21 septiembre, 2014

Fotografías pasadas en tiempos presentes.


Hoy es uno de esos domingos nostálgicos que te impiden salir de la cama o levantarte del sillón. "Una buena película y una buena almohada son las mejores armas para almas desoladas". (Se ha convertido en mi lema favorito).
Y aquí estoy yo, viendo viejas fotografías de tiempos remotos, de oportunidades fugadas y de lugares con tal aspecto que recuerdan al paraíso. Pero, ¿qué es un paraíso? Un lugar hermoso y tranquilo, en el que el aire es tan puro como el alma intacta de un recién nacido, ¿tal vez? O quizás simplemente sea un lindo paisaje con un mar profundamente azul y árboles de un verde que jamás habías visto, con una vasta playa milagrosamente solitaria... Pero para mí, el paraíso es aquel lugar donde te encuentres tú. Aunque ni siquiera sé si ese tú existe. 
Los cuentos de hadas me han hecho creer que en alguna parte se encuentra mi príncipe azul, un encantador y apuesto hombre que nada más verme quedará prendado de mí y cuando mire, me vea simplemente a mí y que viviremos felices y que comeremos perdices... Y he sido tan tonta que ahora es cuando me doy cuenta que la espera no vale la pena, porque ¿a quién quiero engañar? Mi alma devastada y continuamente atormentada no está hecha para vivir ni un instante de felicidad o fortuna, además, ¡ni siquiera me gustan las perdices! 
Pero soy tan repulsivamente romántica que los cuentos de hadas son aquellas únicas lecturas que predominan mi interminable lista de libros por leer. Así que seguiré soñando con historias de amor y de desamor, imaginando ser la eterna protagonista y esperando por mi príncipe a que toque en la puerta de mi humilde morada que rebosa locura por sus cuatro ventanas. Que no me importa que sea azul, verde o del color del arco iris, porque yo soy azul casi todos los días de mi vida, morado algunas veces y negro una vez al mes. Después de todo, no hay nada en la vida que no tenga un poco de color.


Posdata: ¡Feliz domingo, sensibleros!

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