09 noviembre, 2016

Historia de Écume.

PARTE 1.

- Hola… -saludó tímidamente.

No sabía exactamente qué hacía ahí, ni siquiera recordaba por qué motivo había aceptado la invitación. Supuso que lo único que quería era sentirse algo más normal, algo más como los demás, con sus despreocupaciones, sus ganas y ansias por la vida, su valentía a la hora de afrontar las cosas más cotidianas.
Les envidiaba, ella quería ser como ellos.
Tampoco era mucho pedir.
Era lo único que deseaba y lo único que se le resistía. A veces parecía que por fin lo conseguía, que conseguía integrarse y pasar desapercibida. Otras veces, era todo lo contrario.

La saludaron casi todos al unísono. Eran como borregos, pequeños e idénticos borregos que se seguían unos a otros y se imitaban entre sí.
Por lo menos esa era la impresión que le causaban.

En el mismo momento en que llegó allí supo que había sido un gran error, aún seguía sin entender por qué tuvo que elegirlos a ellos, eran tan simples, tan vacíos y vulgares que la hacían sentir fuera de lugar a cada segundo que pasaban juntos.
Los había conocido tan sólo un par de días antes y ya salía con ellos porque eran las únicas personas con las que se había relacionado en ese maldito lugar.

Las horas pasaban y no conseguía reunir el suficiente valor para largarse. Simplemente se limitaba a seguirles, dando a entender que era una más.

No paraban de discutir y de hablar sobre tonterías que ni conocía ni tan siquiera le interesaban.
Lo peor de todo era cuando le hablaban a ella. Todos se giraban y veía unas cuantas miradas inquisitivas asustándola, unas cuantas cabezas que la hacían pensar a menudo en si tal vez habría algo dentro de ellas. En esos momentos se limitaba a asentir, siempre con una sonrisa. Pero no escuchaba lo que le decían. Su mente estaba en otro lugar, lejos de allí, queriendo escapar. Su mano derecha tirando de la manga izquierda de su jersey, con fuerza, estrujándola, esperando a que pasara el tiempo.

En instantes como ese sólo deseaba huir, en busca del mar, y adentrarse en él para volver a casa. Había sido un error no escuchar a su padre cuando le dijo que se arrepentiría si subía a la superficie, pero no hizo caso, como de costumbre, a sus palabras. Y se hundía en sus emociones, rabia, tristeza y anhelo, porque sólo quería estar en su hogar, ese al que no la dejaban regresar. 


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