21 junio, 2018

Yo sí te creo.


Mi cuerpo ya no soporta ser
ese lugar al que volver
cuando fuera ya no encuentras nada.

Este cuerpo al que tú llamas hogar,
pero aprovechas cada oportunidad
para desgarrar la piel poco a poco,
para ensuciar mis lugares más sagrados,
donde aún siguen tus huellas,
de aquellos días en los que parecías saber amarme
y de cuando amarte aún no dolía.

Esta mente a la que tú dices admirar,
a la que falsamente proclamas respetar,
se ha cansado de gritar en silencio,
de llorar por esa maldad
que sabes bien cómo disfrazar
bajo el velo de mis errores.

Mi mente ya no soporta esconderse
y odia empezar a temblar,
cuando tus ojos cuestionan,
de arriba abajo,
toda mi existencia.

Mis labios ya no soportan callar
ante perdones que no significan nada.
Cuando me prometes que no volverá a suceder
y al instante mis rodillas caen nuevamente contra el suelo.

Este corazón ya está roto,
pero fuera de tu infierno
y antes de llegar al cielo,
hay un lugar donde la luz, la sal del mar y el tiempo
podrán arreglarlo poco a poco.

Entonces ese día,
dejaré de sentir miedo.




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