PARTE 1.
- Hola… -saludó tímidamente.
No sabía
exactamente qué hacía ahí, ni siquiera
recordaba por qué motivo había aceptado la invitación. Supuso que lo único que
quería era sentirse algo más normal, algo más como los demás, con sus
despreocupaciones, sus ganas y ansias por la vida, su valentía a la hora de
afrontar las cosas más cotidianas.
Les envidiaba,
ella quería ser como ellos.
Tampoco era
mucho pedir.
Era lo único que
deseaba y lo único que se le resistía. A veces parecía que por fin lo
conseguía, que conseguía integrarse y pasar desapercibida. Otras veces, era todo lo contrario.
La saludaron
casi todos al unísono. Eran como borregos, pequeños e idénticos borregos que se
seguían unos a otros y se imitaban entre sí.
Por lo menos esa era la impresión que le causaban.
En el mismo
momento en que llegó allí supo que había sido un gran error, aún seguía sin
entender por qué tuvo que elegirlos a ellos, eran tan simples, tan vacíos y
vulgares que la hacían sentir fuera de lugar a cada segundo que pasaban juntos.
Los había conocido tan sólo un par de días antes y ya salía
con ellos porque eran las únicas personas con las que se había relacionado en
ese maldito lugar.
Las horas pasaban y no conseguía reunir el suficiente valor
para largarse. Simplemente se limitaba a seguirles, dando a entender que era
una más.
No paraban
de discutir y de hablar sobre tonterías que ni conocía ni tan siquiera le
interesaban.
Lo peor de todo era cuando le hablaban a ella. Todos se
giraban y veía unas cuantas miradas inquisitivas asustándola, unas cuantas
cabezas que la hacían pensar a menudo en si tal vez habría algo dentro de
ellas. En esos momentos se limitaba a asentir, siempre con una sonrisa. Pero no
escuchaba lo que le decían. Su mente estaba en otro lugar, lejos de allí,
queriendo escapar. Su mano derecha tirando de la manga izquierda de su jersey,
con fuerza, estrujándola, esperando a que pasara el tiempo.
En instantes como ese sólo deseaba huir, en busca del mar, y
adentrarse en él para volver a casa. Había sido un error no escuchar a su
padre cuando le dijo que se arrepentiría si subía a la superficie, pero no hizo
caso, como de costumbre, a sus palabras. Y se hundía en sus emociones, rabia,
tristeza y anhelo, porque sólo quería estar en su hogar, ese al que no la
dejaban regresar.
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