08 septiembre, 2015
Quizá fuese tan sólo un gato curioso al que le gusta pasar las horas sentado en el borde de la ventana, sintiendo el viento mecer sus bigotes y viendo pasar a esos tontos humanos.
O quizá fuese la representación de su alma, mirándola fijamente a los ojos, para darle a entender que ya se encontraba al borde del abismo, pero con miedo a saltar... O a caer. Ojos felinos cuya misión es avisar del peligro que corren las dos, mente y alma, como sigan sin pensar en otra cosa que no sean su voz profunda y su mirada.
Fuera lo que fuese, era el gato más bonito que había visto nunca.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario